La Justicia No Se Vota: Cuando la Ignorancia Política Se Disfraza de Democracia
Una idea populista con consecuencias técnicas
No es difícil comprender por qué esta medida ha sido presentada como una conquista del pueblo. Suena bien: “Ahora tú eliges a tus jueces”. Pero la justicia no se puede decidir por popularidad. Un juez no necesita agradar al electorado; necesita aplicar la ley con imparcialidad, aunque sus decisiones sean impopulares. Convertir a los juzgadores en candidatos —obligados a “hacer campaña”, a “ganarse el voto”, a buscar visibilidad mediática— es desvirtuar la función judicial y someterla a las reglas del espectáculo político.
Mientras que el Ejecutivo y el Legislativo derivan su legitimidad del voto popular, el Judicial debe derivar su autoridad de su preparación técnica, su honestidad, su razonamiento jurídico y su autonomía. En lugar de fortalecer la carrera judicial, de profesionalizar a los juzgadores o mejorar la transparencia del sistema, se optó por tirar abajo décadas de institucionalidad a cambio de una solución populista, improvisada y carente de sustento.
Una decisión mal planeada y peor ejecutada
Desde el diseño del proceso, los errores son evidentes:
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Más de 3,000 candidaturas, muchas de ellas desconocidas para el electorado.
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Seis boletas diferentes por persona, con códigos numéricos en vez de nombres.
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Una ciudadanía sin cultura judicial obligada a evaluar perfiles altamente técnicos.
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Un modelo sin precedentes en países con democracia avanzada.
¿Quiénes son los candidatos? ¿Cuáles son sus posturas sobre derechos humanos, acceso a la justicia, combate a la impunidad? ¿Dónde están sus trayectorias evaluadas con rigor? En lugar de resolver estas preguntas, el proceso optó por llenarnos de papeletas de colores y esperó que el ciudadano haga su “mejor esfuerzo”. Es un diseño que confunde, desgasta y promueve el voto desinformado.
Y mientras se nos exige discernimiento, el gobierno permite la circulación masiva de “acordeones electorales” que indican por quién votar, redactados por simpatizantes del régimen. Una incongruencia peligrosa: se predica libertad de elección, pero se incentiva el voto dirigido con mecanismos de coacción apenas disfrazados.
Lecciones internacionales ignoradas
Otros países ya lo han intentado. Bolivia, por ejemplo, lleva más de una década eligiendo a sus jueces por voto popular. ¿El resultado? Niveles alarmantes de votos nulos, una justicia aún politizada y una ciudadanía desinformada. Incluso hoy, se plantea en Bolivia revertir esta política por considerarla un fracaso.
En Estados Unidos, donde existen elecciones judiciales en algunos estados, se han detectado patrones preocupantes: jueces que endurecen sentencias en temporada electoral, campañas financiadas por intereses privados y decisiones judiciales sesgadas por la lógica partidista. Pero incluso allí, los jueces federales no se eligen en las urnas. La comparación es engañosa.
México, en cambio, se lanza a este modelo sin red, sin antecedentes viables, sin aprendizaje institucional. No estamos democratizando la justicia, estamos empobreciéndola.
Cuando el gobierno sacrifica la razón por el control
La pregunta de fondo no es si el pueblo puede votar por jueces. La pregunta es: ¿por qué se toma esta decisión? ¿Qué motivación real hay detrás? Todo indica que el gobierno actual busca instalar una nueva estructura de poder judicial que le sea funcional, moldeada desde su base y alineada con sus fines políticos. No es reforma: es captura. No es participación: es manipulación.
Y cuando se prioriza el control sobre la competencia, la obediencia sobre la autonomía, y la apariencia democrática sobre la calidad institucional, el daño es profundo y duradero. Lo que hoy se presenta como una victoria del pueblo, mañana puede convertirse en una tragedia jurídica.
Votar sí, pero con conciencia
Si decides acudir a las urnas este 1 de junio, hazlo con plena conciencia de lo que está en juego. No sigas acordeones ajenos. No votes por candidatos que no conoces. No permitas que nadie compre tu silencio o tu dignidad.
Y si alguien intenta hacerlo —si alguien te ofrece dinero, presión o favores a cambio de tu voto— denúncialo inmediatamente:
📞 FISETEL – 800 833 7233
Disponible las 24 horas del día, anónimo y confidencial.
Porque el voto puede ser libre, pero solo si se ejerce desde la razón y el coraje ciudadano, no desde el miedo ni desde la manipulación.
En conclusión:
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